Comentario
Cómo aportó al peñol y puerto que está junto a la Villa-Rica un navío de los de Francisco Garay, que había enviado a poblar el río Pánuco, y lo que sobre ello más pasó
Estando que estábamos en Segura de la Frontera, de la manera que en mi relación habrán oído, vinieron cartas a Cortés cómo había aportado un navío de los que el Francisco de Garay había enviado a poblar a Pánuco, e que venía por capitán uno que se decía fulano Camargo, y traía sobre sesenta soldados, y todos dolientes y muy amarillos e hinchadas las barrigas, y que habían dicho que otro capitán que el Garay había enviado a poblar a Pánuco, que se decía fulano Álvarez Pinedo, que los indios del Pánuco lo habían muerto, y a todos los soldados y caballos que había enviado a aquella provincia, y que los navíos se los habían quemado; y que este Camargo, viendo el mal suceso, se embarcó con los soldados que dicho tengo, y se vino a socorrer a aquel puerto, porque bien tenía noticia que estábamos poblados allí, y a causa que por sustentar las guerras con los indios no tenían qué comer, y venían muy flacos y amarillos e hinchados; y más dijeron, que el capitán Camargo había sido fraile dominico, e que había hecho profesión; los cuales soldados, con su capitán, se fueron luego su poco a poco a la villa de la Frontera, porque no podían andar a pie de flacos; y cuando Cortés los vio tan hinchados y amarillos, que no eran para pelear, harto teníamos que curar en ellos; al Carmargo hizo mucha honra y a todos los soldados, y tengo que el Camargo murió luego, que no me acuerdo bien qué se hizo, y también se murieron muchos soldados; y entonces por burlar les llamamos y pusimos por nombre los panciverdes, porque traían las colores de muertos y las barrigas muy hinchadas; y por no me detener en contar cada cosa en qué tiempo y lugar acontecían, pues eran todos los navíos que en aquel tiempo venían a la Villa-Rica del Garay, y puesto que se vinieron los unos de los otros un mes delanteros, hagamos cuenta que todos aportaron a aquel puerto, ahora sea un mes antes los unos que los otros; y esto digo Porque vino un Miguel Díaz de Auz, aragonés, por capitán de Francisco de Garay, el cual le enviaba para socorro al capitán fulano Álvarez Pinedo, que creía que estaba en Pánuco; y como llegó al puerto del Pánuco, y no halló ni pelo de la armada de Garay, luego entendió por lo que vido que le habían muerto; porque al Miguel Díaz le dieron guerra, luego que llegó con un navío, los indios de aquella provincia, y por aquel efecto vino a aquel nuestro puerto y desembarcó sus soldados que eran más de cincuenta, y más siete caballos, y se fue luego para donde estábamos con Cortés; y este fue el mejor socorro y al mejor tiempo que le habíamos menester. Y para que bien sepan quién fue este Miguel Díaz de Auz, digo yo que sirvió muy bien a su majestad en todo lo que se ofreció en las guerras y conquistas de la Nueva-España, y este fue el que trajo pleito, después de ganada la Nueva-España, con un cuñado de Cortés, que se decía Andrés de Barrios, natural de Sevilla que llamábamos "el danzador", sobre el pleito de la mitad de Mestitán. Y este Miguel de Auz fue el que en el real consejo de Indias, en el año de mil y quinientos y cuarenta y uno, dijo que unos daba favor e indios, por bien bailar y danzar, y otros les quitaba sus haciendas, porque habían bien servido a su majestad peleando; aqueste es el que dijo que por ser cuñado de Cortés le dio los indios que no merecía, estando comiendo en Sevilla buñuelos, y los dejaba de dar a quien su majestad mandaba; aqueste es el que claramente dijo otras cosas acerca de que no hacían justicia ni lo que su majestad los manda; e más dijo otras cosas que querían remedar al villano de nombre Abubio, de que se iban enojando los señores que mandaban en el real consejo de Indias, que era presidente el reverendísimo fray García de Loaysa, arzobispo que fue de Sevilla, e oidores el obispo de Lugo y el licenciado Gutierre Velázquez y el doctor Bernal Díaz de Luco y el doctor Beltrán. Volvamos a nuestro cuento: y entonces el Miguel Díaz de Auz, desque hubo hablado lo que quiso, tendió la capa en el suelo y puso la daga sobre el pecho, estando tendido en ella de espaldas, e dijo, vuestra alteza me mande degollar con esta daga, si no es verdad lo que digo; e si es verdad haced recta justicia. Entonces el presidente le mandó levantar y dijo que no estaban allí para matar a ninguno, sino para hacer justicia, e que fue mal mirado en lo que dijo, y que se saliese fuera y que no dijese más desacatos, si no que le castigaría. Y lo que proveyeron sobre su pleito de Mestitán, que le den a parte de lo que rentare, que son más de dos mil y quinientos pesos de su parte, con tal que no entre en el pueblo por dos años, porque en lo que le acusaban era que había muerto ciertos indios en aquel pueblo y en otros que había tenido. Dejemos de hablar desto, y digamos que desde a pocos días que Miguel Díaz de Auz había venido a aquel puerto de la manera que dicho tengo, aportó luego otro navío que enviaba el mismo Garay en ayuda y socorro de su armada, creyendo que todos estaban buenos y sanos en el río de Pánuco, y venía en él por capitán un viejo que se decía Ramírez, e ya era hombre anciano, y a esta causa le llamamos Ramírez "el viejo", porque había en nuestro real dos Ramírez, y traía sobre cuarenta soldados y diez caballos e yeguas, y ballesteros y otras armas; y el Francisco de Garay no hacía sino echar un virote sobre otro en socorro de su armada, y en todo le socorría la buena fortuna a Cortés, y a nosotros era de gran ayuda; y todos estos de Garay que dicho tengo fueron a Tepeaca, adonde estábamos; y porque los soldados que traía Miguel Díaz de Auz venían muy recios y gordos, les pusimos por nombre "los de los lomos recios", y los que traía el viejo Ramírez traían unas armas de algodón de tanto gordor, que no las pasara ninguna flecha, y pensaban mucho, y pusímosles por nombre "los de las albardillas"; y cuando fueron los capitanes que dicho tengo delante de Cortés les hizo mucha honra. Dejemos de contar de los socorros que teníamos de Garay, que fueron buenos, y digamos cómo Cortés envió a Gonzalo de Sandoval a una entrada a unos pueblos que se dizen Xalacingo y Zacatami.